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(IVAN): JUSTICIA y RECTITUD
Fra : IVAN VALAREZO


Dato : 05-08-07 20:51

Sábado, 04 de Agosto, año 2007 de Nuestro Salvador
Jesucristo, Guayaquil, Ecuador - Iberoamérica


(Este Libro fue Escrito por Iván Valarezo)


JUSTICIA y RECTITUD

Porque recta es la palabra de nuestro Padre Celestial, y en
él no hay "injusticia" alguna para con ninguno de sus seres
creados del cielo y de la tierra; por ello, toda su obra ha
sido hecha "con verdad y con la rectitud infinita" de su gran
rey Mesías, el Cristo, desde el comienzo de las cosas, para
la eternidad. Por lo tanto, nuestro Dios "ama" la justicia y
el derecho en el ángel del cielo y así también en cada
hombre, mujer, niño y niña de la humanidad entera; por esta
razón, de la misericordia infinita de nuestro Creador de
nuestras vidas eternas y de cada una de nuestras bendiciones
terrenales y celestiales "está llena toda la tierra".

Y esta es la misericordia, llena de verdad, de rectitud de la
justicia celestial de su Hijo amado, el Señor Jesucristo, que
ha descendido del cielo para "perdonar" tus pecados y
"salvar" tu alma eterna, en un momento de fe y de oración en
su nombre sagrado e infinitamente sobrenatural, también, en
tu corazón eterno, mi estimado hermano. Por ello, grande es
nuestro Dios en cada uno de nosotros, desde la eternidad y
hasta la eternidad, si tan sólo "le damos su lugar de gloria
infinita", el cual "le pertenece a él", en lo profundo de
nuestros corazones, sólo por medio de su Hijo amado, ¡el
Señor Jesucristo!

Porque sin el Señor Jesucristo entonces "no hay perdón de
pecados", "no hay sanidad posible para nuestros cuerpos" de
nuestras enfermedades y males eternos "ni menos habrá jamás
vida terrenal, ni vida celestial", para siempre. Es por esta
razón, que "estamos llamados" de parte de nuestro Dios y
Creador de nuestras vidas ha amarle a él, sólo cuando
verdaderamente "amamos 'al Señor Jesucristo' y su gran obra
sobrenatural", clavado a los árboles cruzados y sin vida de
Adán y Eva, sobre la cima de la roca eterna, en las afueras
de Jerusalén, en Israel.

Porque la lógica de nuestro Dios es de que si tú "no puedes
'amar' a su Hijo amado", a quien envió a la tierra para tocar
tu vida y así entonces le puedas conocer a Él, pues "jamás tú
podrás 'amar' en la rectitud de tu corazón y en la justicia
de Jesucristo" al Creador de tu alma eterna. Y éste Dios es
para ti, para la humanidad entera y para los ángeles del
cielo, desde la antigüedad y hasta la nueva eternidad
venidera, ¡el Todopoderoso del cielo y de toda la tierra!

Entonces nuestro Dios es "digno" de toda gloria y honra de
nuestros corazones; pues él "anhela la 'bendición' de
nuestros corazones" para su nombre santo, para que su corazón
y su alma eterna se "gocen infinitamente", en el espíritu de
la vida sagrada de su gran rey Mesías, el Señor Jesucristo
del cielo y de toda la tierra, para siempre. Porque para
nuestro Padre Celestial no hay mayor justicia de parte del
hombre, de la mujer, del niño y de la niña de toda la tierra,
de "sólo amarle a él", en el espíritu de la verdad y de la
justicia infinita de su Árbol de vida eterna, ¡el único gran
rey Mesías posible para Israel y la humanidad entera!

Es por eso, que cada vez que el hombre "recibe en su
corazón" su palabra, junto con el nombre sagrado del Señor
Jesucristo, entonces "muchas cosas buenas comienzan a tomar
lugar" en su vida y en la de los suyos, también, en la tierra
para gozarlas por siempre, en sus nuevas vidas consagradas
por nuestro salvador, para la eternidad. Y todo esto le
sucede al hombre de buena fe y de buena voluntad de toda la
tierra, porque la palabra de nuestro Padre Celestial ha sido
"recta" desde siempre en su alma, y "jamás torcida" por los
poderes de las tinieblas de Lucifer del más allá, ni menos en
la tierra, de nuestros días y de siempre, por ejemplo.

En verdad, la palabra de nuestro Dios "está viva" en su poder
celestial y sobrenatural, por lo tanto, "jamás podrá caerse
al suelo" del mundo para ser eternamente y para siempre fiel,
firme y recta en nosotros, con el fin de bendecirnos día y
noche delante del SEÑOR, para gloria y para honra infinita de
su nombre santo. Porque cada palabra, cada letra, cada tilde
y cada significado eterno de la palabra de nuestro Dios
"busca día y noche" en cada uno de nosotros, como en todos
los lugares del cielo con los ángeles "mayores glorias de
honra y de santidades infinitas", para el nombre sagrado de
nuestro salvador celestial, ¡el Señor Jesucristo!

Y es por eso, que la palabra viva y de gran poder de nuestro
Dios "traspasa los cielos día a día" para tocar el corazón y
la vida del hombre, de la mujer, del niño y de la niña de fe,
de su nombre santo e infinitamente sagrado de su Árbol de
vida, ¡el Señor Jesucristo! Porque es necesario que su Hijo
amado "sea honrado y exaltado" en el corazón del hombre y más
no rechazado, como en el día que Adán y Eva lo rechazaron a
él, delante de su presencia santa y de sus ángeles santos, en
el paraíso, por ejemplo, para mal eterno de muchos de sus
descendientes.

Porque, además, toda obra de nuestro Padre Celestial ha de
seguir siendo "hecha con la misma verdad y justicia infinita
de siempre", de llevar a cada corazón y alma infinita del
hombre, de la mujer, del niño y de la niña de la humanidad
entera a los pies, de su Árbol de vida de su Hijo amado, ¡el
Señor Jesucristo! Y esto ha de seguir siendo así con Dios y
con todo hombre en la tierra, como en el paraíso y así
también en la nueva vida venidera del nuevo reino de los
cielos de ángeles y de su humanidad inmortal, para darles de
"comer" por siempre, del fruto de su justicia y rectitud
infinita de su Árbol de vida.

Entonces es Dios quien le da de "comer de su Hijo amado" a
todo hombre, mujer, niño y niña de la tierra, porque nuestro
Dios "ama la verdad y el derecho" de cada uno de ellos, ya
sea en el paraíso o en la tierra o en el nuevo reino venidero
de Dios y de su Árbol de vida eterna. Es por esta razón, que
hoy más que nunca "la tierra está 'llena' de su gloria y de
su misericordia celestial", exclusivamente manifestada a la
humanidad entera, desde la antigüedad y por siempre en la
eternidad venidera, en la vida gloriosa y sumamente honrada
de su Hijo amado, el Mesías, la cual fue levantada al
paraíso, en el Tercer Día.

Y desde ese día glorioso y sumamente sagrado para nuestro
Padre Celestial y para sus huestes angelicales del cielo,
entonces el hombre, la mujer, el niño y la niña de la
humanidad entera "empezó en Dios" y en la vida inmortal del
Árbol de la vida "su nueva vida", para jamás volver a conocer
el pecado, ni la muerte eterna. Para que entonces cada uno de
sus seres muy amados por su corazón santo y por el corazón de
su Jesucristo y por el corazón de su Espíritu Santo, entonces
"viva infinitamente gozando" siempre de la justicia y de la
rectitud sin igual de su Árbol de vida eterna, en el paraíso
y en La Nueva Jerusalén Celestial del cielo.

LOS CIELOS HABLAN DE LA JUSTICIA DIVINA DEL MESÍAS

Es por eso que, donde quiera que tú vayas en todos los
lugares de la tierra, de una manera u otra, los cielos
"anuncian" la justicia infinita de su Hijo amado, el gran rey
Mesías de todos los tiempos, y los pueblos "ven" su gloria
"volver" una vez más a toda vida del hombre, en el mundo
entero. Porque los cielos y la tierra "se unirán"
infinitamente para un nuevo reino inmortal, en el día que el
Señor Jesucristo finalmente "regrese y se quede" con el
hombre, para vivir sus nuevas vidas infinitas, como debió de
ser desde el principio de todas las cosas en el paraíso, en
el día de la creación de la humanidad entera.

Pues desde los cielos "han venido" todas las cosas buenas de
la vida del hombre sobre toda la tierra, y una de estas "es
nuestro Señor Jesucristo", por los poderes sobrenaturales del
Espíritu Santo, por ejemplo, para alimentar al hombre
infinitamente, en un momento de fe y de oración, en su nombre
sagrado, con la misma vida del reino celestial. Y sólo de
esta manera, entonces el hombre "pueda regresar" a vivir su
vida normal del reino de Dios, por la cual Dios lo creo en
sus manos santas, en el comienzo de todas las cosas, en el
más allá.

Entonces nosotros "no somos" de la vida de la tierra "sino de
la vida celestial" del reino de los cielos, como de la vida
del paraíso o como de la nueva vida imperecedera de La Nueva
Jerusalén Celestial e Infinita del cielo. Es por eso que, si
los cielos "nos dejasen" de dar de sus muchas abundancias,
como la misma vida de nuestro Padre Celestial, por medio de
su Hijo amado, el Árbol de la vida, el Señor Jesucristo,
entonces "toda vida dejaría de existir infinitamente", ya sea
del hombre o de los demás animales de toda la tierra,
también, por ejemplo.

De hecho, esto seria "muerte eterna" para todos, en todos los
lugares de la tierra, sin duda alguna; lo que Lucifer siempre
"busca" para todos los seres creados por Dios, desde el día
de su rebelión, en contra de su Árbol de vida, el Mesías, en
el reino celestial, para que los ángeles no coman de él, para
siempre. Pero nuestro Dios no permitió jamás que esto sea
así, para con el hombre, en el paraíso ni en la tierra, y es
por esta razón que día y noche la justicia de su Árbol de
vida "no deja de descender", para entrar en el corazón y en
la vida de la humanidad entera, no importando el mal del
pecado.

En la medida en que, nuestro Dios "prometió" que su palabra
viva nos siguiera bendiciendo día y noche desde los cielos, y
que el fruto de la tierra de los pueblos "no dejara jamás de
ser" para el hombre, sino que "seguiría dando" de su alimento
para el sustento de su vida y de toda vida de los animales,
también. Porque aún nuestro Dios hace que los animales ayuden
al sustento de la humanidad entera, también, para que su
cuerpo no muera de hambre; por eso, fue que el SEÑOR le dijo
a Adán, por ejemplo: "Mata y come de todos 'los animales' de
la tierra".

Y desde que el hombre recibió este mandamiento de Dios, como
muchos otros, por ejemplo, de matar y comer de los animales
que Dios le entrega para su alimento cotidiano, entonces el
hombre mata y se alimenta de ellos, para cumplir con la
palabra del SEÑOR, en su vida, y así siga viviendo sus días
contados en la tierra. Porque el hombre de la tierra "lo
levanto Dios" con sus manos santas, pues a la tierra volverá
su carne en su ultimo día, y su alma por fin regresara al
paraíso y a su Árbol de vida eterna, de donde salio para
creer y conocer a su Dios infinitamente, en su corazón y en
su alma viviente, también.

Es como el fruto que cae de su árbol "al suelo", para luego
regresar como nuevo fruto en la siguiente temporada de vida
de su mismo árbol del año en curso, por ejemplo. Pues así es
el hombre cuando muere, "su carne regresa" a la tierra para
"luego florecer en el Árbol de la vida eterna", de donde Dios
mismo lo levanto con sus manos santas de las profundidades de
la tierra, para hacerlo "libre de las tinieblas" de Lucifer,
y darle por siempre de la luz de su semejanza e imagen
celestial.

Es más, y hasta aún los animales "viven también" de las
bendiciones que descienden del cielo, como de las que sabemos
y de las que no (sabemos), para alimentarse y, al mismo
tiempo, llenar la tierra según sean sus géneros, para el
sustento y el bien de la humanidad entera. Entonces día a
día, los pueblos ven la gloria de Dios venir a cada uno de
nosotros, para "alimentarnos" de sus más ricas bendiciones
celestiales, para edificarnos y, a la vez, "ayudarnos a
crecer" siempre hacia él, que está en los cielos gozando:
"gozando" en su corazón infinito que muy pronto nos tendrá
para siempre, para su nuevo reino celestial.

Y ésta es una "fe", del corazón de nuestro Padre Celestial,
la cual "se cumplirá" en la vida de cada uno de los hombres,
mujeres, niños y niñas de la humanidad "gracias a la obra
perfecta" de su Hijo amado, con su Ley Santa en Israel, para
fin del pecado y el comienzo de una vida nueva para el
hombre. Y es por ésta gran obra sobrenatural y de mucho amor,
por cierto, de nuestro Señor Jesucristo "es que el hombre
regresa al cielo"; y el hombre regresa al seno de su Dios y
Creador de su vida, ¡el Todopoderoso de Israel y de la
humanidad entera!, como "fruto perfecto de vida eterna", de
su Árbol de vida, ¡el Mesías! Y esto es volver a nacer no de
la carne de nuestros primeros padres, sino del Espíritu de
vida y de salud infinita del Árbol de la vida, ¡el Señor
Jesucristo!

Es por esta razón, que Dios mismo "lleva" a Adán delante de
su Árbol de vida, y le dice: Come y bebe de él, para que
tengas justicia y rectitud sin igual en tu vida celestial
delante de mí y de los ángeles del paraíso. En otras
palabras, lo que Dios le estaba diciendo a Adán "come del
fruto de vida eterna", para que en tu día "regreses" siempre
a tu Árbol de vida, "de donde saliste", en el día de tu
formación celestial e infinita, en el más allá. Porque del
Árbol de vida, Dios mismo "te entrega su vida", pues a él has
de regresar asimismo como saliste de él, en el día de tu
creación, "como su único fruto de vida eterna", para que
entonces sigas viviendo "la felicidad" sin igual de la nueva
vida eterna del nuevo reino de los cielos y de sus ángeles
gloriosos.

Entonces así como el hombre "descendió" del paraíso, en el
día que peca delante de Dios y de su Árbol de vida, el
Mesías, por no comer de él, para que sea hecho, en un momento
de gracia y de misericordia infinita en "su fruto de vida
eterna", pues así también "regresara" a su Creador, en ultimo
su día. Es decir, que el hombre "regresara" al mismo lugar de
sus primeros pasos "a través del cielo", el cual vemos día y
noche y "hasta que volvamos al 'seno' de nuestro Padre
Celestial", en el espíritu de fe, del nombre sagrado de su
Hijo amado, el Mesías, viviendo en nuestros corazones y en
nuestras almas infinitas, también.

Ya que, el mismo cielo "espera pacientemente" por el pronto
retorno de nuestras almas infinitas a nuestro lugar de
origen, a nuestros hogares celestiales del paraíso, para por
siempre estar con nuestro Padre Celestial y con su Árbol de
vida eterna, nuestro único sustento de vida humana e
espiritual, también, eternamente y para siempre. Porque la
verdad es que el corazón y así también el espíritu y el alma
del hombre "no conocen 'ninguna' otra alimentación
espiritual" que no sea el fruto del Árbol de la vida de Dios,
¡el Señor Jesucristo!, que está en los cielos, en el
epicentro del paraíso.

Y es por esta razón, que los cielos "anuncian" sin cesar
jamás la justicia de nuestro Padre Celestial, y los pueblos
ven la gloria de Dios "resplandecer" en la llega (y en el
reencuentro final) de nuestro gran rey Mesías con el hombre
de la tierra, para jamás volverse a separar, por culpa del
pecado de nadie. Y así entonces "vivir infinitamente" en la
justicia y en la rectitud perfecta de los frutos del Árbol de
la vida eterna, su Hijo amado, como "un fruto más de la nueva
vida" de Dios, no sólo en el paraíso de la antigüedad, sino
también en La Jerusalén de Dios y de su gran rey Mesías, ¡el
Santo de Israel!

(Los siguientes libros te ayudaran a entender "la justicia y
rectitud" de su Hijo amado en tu corazón y en toda tu alma
viviente, también, para que seas hecho, en un momento de fe y
de oración, como hoy en día, por ejemplo, en "un fruto de
vida eterna" del Árbol Viviente de su nuevo reino celestial,
¡el Señor Jesucristo!)

Libro 164


JUSTICIA:

"Es el derecho eterno" a lo que "le pertenece justamente" a
una o varias personas. Éste derecho fundamental a que "la
vida santa le pertenece a Adán" y a cada uno de sus
descendientes, no se lo puede arrebatar nadie, ni ningún
poder del más allá. Es por esta razón, que "la motivación que
ha movido a Dios", a su Espíritu Santo y con posterioridad
"ha restaurarle este derecho único y perpetuo al hombre "no
ha cesado nunca, desde los primeros días de vida del hombre
en el paraíso y hasta nuestros días en toda la tierra, por
ejemplo.

Porque el deseo constante de Dios, para con el hombre, "es de
restituirle cada uno de sus derechos celestiales de vida
eterna", no sólo "en el paraíso, en la tierra", sino también
"en todos los lugares del reino de los cielos", para que
"pueda vivir su vida normal" y más no muera jamás. Porque la
verdad es que el hombre "tiene derecho a caminar y acceso" a
todos los lugares del reino de los cielos y hasta aun en los
más recónditos del más allá, los cuales "sólo le pertenecen
al SEÑOR", único Creador del cielo y de toda la tierra.

Es más, "ni aun los ángeles" más santos del reino "tienen
tanto derecho a vivir" en el cielo, y "ha ingresar a los
lugares muy santos y muy preferidos" de nuestro Padre
Celestial, como el hombre del paraíso y de toda la tierra,
también, por ejemplo, lo tienen infinitamente, por inicio
propio. Y es por esta razón, mucho más que ninguna otra, que
Lucifer y muchos de sus ángeles rebeldes, por ejemplo, "nos
envidian tanto" y aun hasta la muerte de cada uno de
nosotros, en el paraíso, en la tierra y en el más allá,
también (y aunque tú, ni los tuyos, lo crea así, es verdad,
mi estimado hermano).

En realidad, esta es una de las verdades más guardadas del
enemigo de nuestras almas eternas; "ciertamente Lucifer no
desea" que tú, ni ninguno de los tuyos, "conozcas esta gran
verdad" en tu corazón jamás. Entonces el enemigo "hace todo
lo posible para esconderla de ti", con mentiras para que así
no sientas deseo de conocer a Dios, ni a su Jesucristo, ni a
su Espíritu, ni menos a ninguno de los lugares eternos del
reino celestial, de los cuales "sólo a ti te pertenece el
derecho" de conocerlos y de caminar por ellos infinitamente.

Conocerlos y caminar por siempre por sus lugares para
"disfrutar su grandeza y su profunda gloria celestial", en tu
corazón y en toda tu alma eterna, mi estimado hermano y mi
estimada hermana, de la misma manera como Dios y sus ángeles
"viven y disfrutan infinitamente" de cada una de ellas día a
día y por siempre, por ejemplo. En verdad, el reino de los
cielos "es tan vasto", que realmente "no tiene fronteras" con
ningún otro lugar en el más allá; "y todo te pertenece a ti
por derecho propio", de acuerdo a la voluntad perfecta de
nuestro Dios, desde el día que nos formo en sus manos
sagradas, en la tierra santa del cielo.

Y, hoy en día, tu corazón, así como tu alma y todo tu cuerpo,
espiritualmente hablando, "clama por volver al cielo 'y
regresar" a los lugares santos y sagrados" que, por inicio,
"nos pertenecen" para vivirlos y gozarlos infinitamente, en
nuestras vidas celestiales del paraíso. Y "lo único que nos
detiene" para regresar a nuestras casas del cielo, a nuestros
hogares eternos del paraíso, por ejemplo, es el mismo pecado
original de Adán y Eva en nuestras sangres humanas.

Pero esto "no es ningún problema alguno", en nuestras vidas,
"si tan sólo creemos" en nuestros corazones y "así
confesamos" con nuestros labios: la verdad y la justicia
celestial de nuestro Padre Celestial y de su Espíritu Santo y
¡del Señor Jesucristo! Es por esta razón, que nuestro Padre
Celestial, desde mucho antes que separara las aguas de su
firmamento y de la tierra, entonces "ya había comisionado,
apoderado" a su Espíritu Santo, para que "comience a
descender" sobre la tierra seca, porque Él es la vida y la
sangre del pacto eterno, entre Dios y el hombre de la
humanidad entera.

Y luego de que nuestro Dios había enviado al mundo "al
espíritu de la sangre" y del Árbol de vida, para que
"subyugue" a cada una de las profundas tinieblas del más
allá, en todos los lugares de la tierra, entonces "crea al
hombre" en su imagen y conforme a su semejanza celestial,
para que viva "únicamente su vida infinita". (De hecho, es
aquí cuando nuestro Padre Celestial te crea a ti, en sus
manos sagradas, mi estimado hermano y mi estimada hermana,
para que vivas, no la vida que vives, hoy en día, en la
tierra, sino la del paraíso, la de Cristo, su Hijo amado, ¡el
Mesías!)

Primero Dios crea a Adán en sus manos; y luego "Dios vio que
no era bueno que él esté sólo", entonces lo duerme y de su
quinta costilla "saco a la compañera" de su vida, Eva; de
igual forma, "ambos fueron creados en las manos de Dios",
pues, así también tu misma vida, mi estimado hermano y mi
estimada hermana. Que Adán haya sido creado primero y luego
Eva, para que "posteriormente tú también 'salgas' de sus
cuerpos", de sus carnes, de sus sangres, de sus almas y de
sus espíritus humanos, no importa (o no es gran diferencia) a
nuestro Dios, en el paraíso, en toda la tierra o en el nuevo
reino de los cielos, por ejemplo. Es decir, que "no importa
quien nació primero o último", en el cielo o en la tierra, lo
que importa hoy en día y por siempre, "si has comido" del
fruto de la vida eterna, del cuerpo y de la sangre del Árbol
de vida.

Entonces lo que sí importa aquí y en el cielo, delante de
Dios y de su Jesucristo, "es que tú comas y bebas de su fruto
de vida eterna, para que tengas vida en abundancia, en la
tierra y luego en el paraíso, para entrar en el nuevo reino
de Dios y de sus huestes celestiales, en el más allá". Eso,
"si es verdad y si es justicia" eterna, por tanto, si importa
mucho en el corazón, en el pensar y en el deseo infinito de
su Espíritu Santo y de su Hijo amado en tu vida y en la vida
de cada uno de los tuyos, también, mi estimado hermano y mi
estimada hermana.

Entonces en este día, muy crucial para tu vida, así como lo
fue para Adán y Eva, en el paraíso, por ejemplo, "tú tienes
que hacer una decisión muy en serio" en tu corazón, y esto es
para vida eterna. Es decir, que "debes de creer en tu
corazón", en "la verdad y en la justicia infinita: de Dios,
de su Espíritu Santo y de su Árbol de la vida, en el paraíso,
en la tierra y así también, "igual y eternamente", en la
nueva gran ciudad celestial del Gran Rey Mesías, La Nueva
Jerusalén Santa y Perfecta del cielo.

Porque "si no lo haces así" en tu corazón, para bien eterno
de tu alma viviente, mi estimado hermano y mi estimada
hermana, entonces "permanecerás infinitamente en la oscuridad
de siempre", como en la oscuridad del fondo de la tierra, o
la oscuridad del vientre de tu madre, por ejemplo, no para
vivir, sino para morir infinitamente en tu pecado. Y nuestro
"Dios no desea que sigas perdido" en tus profundas tinieblas
del pasado o de la muerte eterna de tu corazón y de tu alma
viviente, sino que "regreses a la luz" que, en su gran día:
"te vio vivir, por vez primera", como "vio la vida de Adán"
santa, perfecta, feliz y pura, por ejemplo, "en el paraíso".

Y así no vuelvas jamás, ni ninguno de los tuyos, en sus
millares, en todos los lugares de la tierra, "ha alejarte de
tu Dios y de su gran verdad y justicia infinita", su Hijo
amado, ¡el Señor Jesucristo! Porque "el alejarse de Dios es
alejarse del Árbol de la vida", o viceversa, "alejarse del
Árbol de la vida es vivir ciego y lejos de la verdad y de la
justicia infinita" de tu Dios y Creador de tu alma eterna, en
esta vida y en la venidera, también, eternamente y para
siempre.

LA JUSTICIA ENGRANDECE EL CIELO Y ASÍ TAMBIÉN LAS NACIONES

La justicia "engrandece a la nación" hasta lo sumo delante de
Dios, pero "el pecado es afrenta" para los pueblos y "hasta
la muerte más cruel posible", en la tierra y en el más allá,
como el mismo fuego eterno del infierno y del lago de fuego,
también, por ejemplo. Y esta justicia de Dios "no es una
justicia cualquiera", sino la que sólo puede provenir del
cielo, como del mismo Señor Jesucristo a tu corazón, a tu
alma y a toda tu vida, de hoy en día y del futuro, por
ejemplo.

Porque todo lo que somos, y hemos de ser infinitamente, "si
permanecemos fieles a Dios" y a su nombre santo, en nuestros
corazones y en nuestras vidas, es, ni más ni menos el mismo
Señor Jesucristo de siempre, en cada uno de nosotros, en el
paraíso, en la tierra y así también en el nuevo reino
celestial. Y somos de Jesucristo, porque "de él hemos salido
para vivir la vida" gloriosa y sumamente honrada de nuestro
Padre Celestial, en el paraíso primero y así también en la
tierra, para posteriormente "entrar por fin": a vivir su
gloria y su paz infinita, en su nuevo reino celestial, como
en La Nueva Jerusalén Santa y Perfecta del cielo.

Y "esto es justicia para Dios" para con cada uno de nosotros,
en nuestros millares, en todos los lugares de la tierra, de
que "vivamos infinitamente en Él" y más "no muramos en
Lucifer", jamás. Y "si hemos de vivir", entonces "ha de ser
por el mismo fruto de vida eterna", el cual nuestro Dios
mismo (y no un ángel del cielo) le lleva en su día, por el
camino, de la verdad, de la vida y de la justicia eterna del
paraíso y de toda la tierra, también, su Hijo amado, ¡el
Señor Jesucristo!

Y nuestro Padre Celestial "le ofreció" comer y beber de su
Árbol de vida eterna a Adán y a cada uno de sus descendientes
también, "porque era lo justo" en el paraíso y así también,
hoy en día, en todos los lugares de la tierra, como en un
momento como hoy mismo en tu vida, por ejemplo, mi estimado
hermano. Y si nuestro Dios "te habla en su justicia" y, a la
vez, "te ofrece comer" del fruto del Árbol de la vida,
entonces "no se lo rechaces", jamás, para que no peques como
Adán y Eva, y causes más mal no sólo a tu vida, sino a
muchos, también. En realidad, este mal proceder de tu vida en
contra de la voluntad perfecta de Dios para tu vida y su gran
rey Mesías, no seria jamás verdad y justicia para tu vida, ni
para la de nadie, jamás.

Recuerda una vez más, "antes de volver a pecar" ante Dios y
ante su Árbol de la vida eterna. No se lo rechaces como Adán
y Eva lo hicieron en sus días, por error y por engaño, por
ejemplo, de la mentira mortal del enemigo eterno, Lucifer,
sino haz todo lo contrario, para bien de tu alma y de tus
nuevos días largos y eternos aun porvenir, en tu futuro
celestial de la tierra y, por supuesto, del cielo. Es decir,
que tienes que "aceptarla, consentirla, admitirla", en tu
corazón y en tu vida, también, para que comience hacer todas
esas obras sobrenaturales en tu alma viviente, con el fin de
que sanes de tus males y así puedas "comenzar a crecer":
espiritualmente, corporalmente y psicológicamente, delante de
Dios y de su Espíritu Santo, también, para una vida mejor.

Pues nuestro Dios nos ha creado "en su justicia divina" para
darnos siempre de él y más no de nadie más; y esto es, de
realmente "darnos día y noche" de su corazón, de su espíritu,
de su alma y de su misma vida santa e infinitamente gloriosa,
llena por siempre de sus muchas y honrosas bendiciones, del
cielo. Además, es justicia y, a la vez, correcto de nuestro
Dios de siempre "darnos de su Jesucristo" día y noche y por
siempre en nuestras vidas en la tierra, y así también en el
más allá, en nuestras nuevas vidas celestiales del paraíso y
del nuevo reino venidero, para que "crezcamos" con el
propósito de conocerle aun más que antes. Porque la comida y
bebida de Dios te hace crecer infinitamente, espiritualmente
hablando, para que conozcas por siempre su voluntad perfecta
para con tu vida infinita, su justicia y su verdad inmortal,
su Hijo amado, el gran rey Mesías de todos los tiempos.

Por deducción, "la justicia de nuestro Dios" para con sus
ángeles del cielo y así también para con cada hombre, mujer,
niño y niña de toda la tierra, comenzando con Adán y Eva en
el paraíso, por ejemplo, "es para siempre", para la nueva
eternidad venidera de la tierra y del más allá, también. Es
decir, que la justicia del corazón de nuestro Dios "no tiene
principio ni fin" tampoco en él, ni en ninguno de sus seres
creados, como ángeles del cielo y así también como cada ser
viviente de la humanidad entera, comenzando con Adán primero,
en el paraíso, por supuesto, en sus primeros días de vida y
de gloria celestial.

Y nuestro Dios comenzó "a manifestar de su justicia" primero
con Adán, como en el día que le ofreció comer del fruto del
Árbol de la vida, porque él fue "su primer obra" de sus manos
santas en el paraíso y, hoy en día, en toda la tierra,
también, "sólo por medio" de la fe, de su Hijo, ¡el Mesías!
Es por eso, que la justicia de nuestro Dios "ha esperado
pacientemente" por cada uno de nosotros, desde mucho antes
que fuésemos creados en las manos de Dios, para "llevar su
imagen y vivir infinitamente" según su semejanza celestial,
en el paraíso, en la tierra y posteriormente en su nueva vida
celestial del nuevo reino venidero, por ejemplo.

Por lo tanto, "es justo" para nuestro Dios que nosotros
"tengamos" todo lo que necesitemos en nuestras vidas, por
amor infinito y por justicia propia, porque nuestro Dios "no
nos creo" en sus manos santas "para sufrir necesidades" de
ninguna naturaleza, en el paraíso, en la tierra, ni menos en
el nuevo más allá venidero, sino todo lo contrario.
Ciertamente, nuestro Dios "nos ha sacado" del fondo de la
tierra y de sus profundas tinieblas con sus manos santas,
"para que gocemos" de su vida infinita y de su felicidad
eterna, la de su Hijo amado, ¡el Árbol de la vida y de salud
eterna del cielo, de la tierra y del nuevo reino celestial!

Es por eso, que nuestro Dios "nos ha dado lo mejor de su vida
personal" y así también "lo mejor de la vida misma" sumamente
honrada e infinitamente gloriosa de su Árbol de vida eterna,
su Hijo amado, ¡el Señor Jesucristo! Y esto es algo que Dios
"jamás ha hecho con ningún ángel del cielo", desde los días
de la antigüedad y hasta nuestros días, por ejemplo, "salvo
con el hombre" de toda la tierra, como hoy en día contigo, mi
estimado hermano y mi estimada hermana. Y nuestro Dios obra
así contigo, por amor a su verdad y a su justicia infinita
viviendo en tu corazón, el Señor Jesucristo.

Y "como demostración" de que nuestro Dios "nos ha dado" su
vida santa y gloriosa de su corazón y del nuevo reino
celestial, entonces el Señor Jesucristo "no escatimo su
propia vida", cuando caminaba diariamente por las calles de
las ciudades de Israel, hablando del amor de Dios a los que
tenían sed, de justicia y de su verdad eterna. Ni menos "huyo
del fuego ardiente", de los árboles cruzados de Adán y Eva,
sobre la cima de la roca eterna, en las afueras de Jerusalén,
sino que "enfrento" a la muerte del alma del hombre, "como un
buen soldado" del reino de los cielos, para "alcanzar glorias
y vida eterna", para la nueva vida de su nueva humanidad
celestial.

"Matando", al mismo tiempo, "al ángel de la muerte", y a cada
una de sus huestes infernales del bajo mundo de los espíritus
y almas perdidas, "con su propia vida santa" e infinitamente
pura, "de acuerdo a la Ley" de Dios y de Moisés, por ejemplo,
"completamente satisfecha" y sumamente honrada, "en su
corazón y en su sangre sobrenatural", también. Es decir, que
"la Ley de Dios ha triunfado" gloriosamente "sobre el pecado,
'sus maldiciones' y su muerte eterna", en la tierra, en el
infierno y en el lago de fuego, también, "para bien de Adán"
y cada uno de sus descendientes, en todos los lugares de la
tierra, desde la antigüedad y hasta nuestros días, por
ejemplo.

Y es precisamente "ésta justicia" del más allá, la cual
"ninguno de nosotros podía alcanzar jamás" en nuestros
corazones, en nuestros espíritus, en nuestras almas y en
nuestras vidas infinitas "hasta que el Señor Jesucristo llega
a Israel" y, a la vez, como hoy en día "a nuestras vidas,
también", por el poder del Espíritu Santo y la palabra viva.
Porque sin el Señor Jesucristo "entonces Israel no podía
tener justicia", ni menos ninguna nación de toda la tierra;
es más, todos estaban "viviendo en las profundas tinieblas"
de siempre "hasta 'la aparición del Señor Jesucristo' y de su
palabra viva", sobrenatural, todopoderosa y muy milagrosa, e
infinitamente llena de vida y de salud eterna, para el alma
del hombre.

Es por eso, que "sólo el Señor Jesucristo", delante de Dios y
de su Espíritu Santo, "es la justicia salvadora del alma
viviente" del hombre de toda la tierra, hoy en día y como
siempre en la eternidad venidera, del nuevo reino de los
cielos. Y "sin la justicia manifestada" a nuestras vidas de
Dios y de su Hijo amado, el Señor Jesucristo, entonces "el
enemigo eterno" de nuestras vidas, "como Lucifer", por
ejemplo, "podía" muy bien "continuar arrebatándonos" todas
las cosas, de las cuales "legalmente nos pertenece" a
nosotros, para "destruir nuestras vidas y nuestra fe", en
Dios y en el Señor Jesucristo.

Y "esto es muerte eterna", desde ahora para cualquier hombre,
mujer, niño o niña de la humanidad entera; de hecho, "esto es
un mal" terriblemente peligroso "no conocer al Señor
Jesucristo", para "la existencia de toda vida humana", en el
paraíso y en toda la tierra. Por lo tanto, "es justicia
eterna", en contra de todos los males del enemigo, grandes y
pequeños, cuantiosos o no, "para el corazón del hombre"
delante de Dios y de su Espíritu Santo "invocar, 'conocer y
profesar' el nombre sagrado del Señor Jesucristo", para
bendición, protección, sanidad y sobre todas las cosas,
"salvación infinita".

Porque el Señor Jesucristo "ha descendido del cielo" con "la
justicia celestial de nuestro Padre Celestial" y de su vida
sumamente santa y honrada del paraíso; pero Lucifer "ha
entrado al mundo", para "mentir, robar, matar y destruir"
todo lo que es vida y de Dios en el corazón, en el alma y en
la vida de la humanidad entera. Es por eso, que "sin el Señor
Jesucristo en nuestras vidas", entonces "Lucifer" y cada uno
de sus seguidores fieles "tiene poder" (y la puerta bien
abierta) "para seguir mintiéndonos, robándonos, matándonos y
destruyéndonos", hasta "que no quede nada de nada" de
nosotros en toda la tierra, como en el paraíso, por ejemplo,
con Adán y Eva.

BENDITOS POR DIOS SON LOS QUE TIENEN HAMBRE Y SED DEL ÁRBOL
DE LA VIDA

Dichosos los que tienen "hambre y pasión por la justicia y la
verdad salvadora de Dios", porque "ellos serán saciados por
el SEÑOR". Estos son de los que tienen "hambre y anhelo de
vivir la vida" gloriosa y sumamente honrada de su Creador y
de su Árbol de vida, el Señor Jesucristo, libres de los males
del pecado; es decir, que "ellos claman en sus espíritus", en
sus corazones y en sus almas eternas, por "la llenura
celestial del Mesías" en sus vidas.

Esto "es justicia del corazón y del alma eterna" del hombre,
"sólo posible en la verdad y en la vida sagrada" de su Árbol
de vida eterna, ¡el Señor Jesucristo! De hecho, esto es el
Espíritu de Dios "obrando en sus vidas", para que "comiencen
a sentir" la bendición de Dios, la cual "los llena de la
verdad, la vida y la santidad y de la felicidad celestial" de
Dios y de su Hijo amado, ¡el Señor Jesucristo!

Porque es el Espíritu de Dios "quien nos hace sentir 'el
deseo' de justicia y de la verdad viviente" del corazón y del
alma gloriosa, de nuestro Padre Celestial que está en los
cielos; pues de otra manera, "no somos felices jamás", en el
cielo, ni menos en la tierra, "sin el sentir del SEÑOR" en
nuestras vidas. Y cuando el Espíritu de Dios "comienza a
obrar en nuestras vidas", en sus diferentes formas, como lo
suele hacer, entonces "esto significa que Dios nos está
llamando", para que nos levantemos hacia él y dejemos atrás
las tinieblas de siempre, las cuales "nos llevan día y noche
hacia la destrucción eterna", del fuego del infierno, en el
más allá.

En la medida en que, "cada tiniebla" del enemigo "es una
distancia larga de recobrar", desde nuestros corazones y
hacia nuestro Árbol de vida eterna, ¡el Señor Jesucristo! Es
por esta razón, que desde el comienzo de todas las cosas, en
el reino de los cielos y en toda la tierra, también, nuestro
Padre Celestial "envió a su Espíritu Santo primero", para
subyugar todas las profundas tinieblas del más allá, "sobre
toda la faz de la tierra y hasta 'levantar al hombre' del
subsuelo", con mucho poder celestial.

Entonces "sólo el poder sobrenatural" del Espíritu Santo y
así también del Señor Jesucristo "podían realmente levantar"
al hombre del subsuelo de la tierra, "como en el día que el
Espíritu de Dios tuvo" que entrar en el vientre virgen de la
hija de David, para que a los nueve meses entonces "darnos
vida eterna", ¡el Mesías! Ya que, "sólo el Mesías es la vida
eterna" del paraíso y de todo ser creado en toda la creación
de Dios "incluyendo primordialmente al hombre", en toda la
tierra, de nuestros días y de siempre, en la nueva eternidad
venidera.

Entonces "éste mismo Espíritu Santo" de Dios posteriormente
"tuvo que levantar al Señor Jesucristo" desde el centro de la
tierra "como en el día que levanto al hombre perdido" de las
mismas tinieblas de la tierra, para que "las manos de Dios lo
formase en su imagen y conforme a su semejanza celestial e
infinita de su nueva vida eterna". Y nuestro Padre Celestial
"hizo todas estas cosas" en el principio, y con su Espíritu
Santo, también, "para no sólo levantar al hombre" de su
condición espiritual de perdición eterna, del bajo mundo de
los muertos, sino también "para llenarlo de su verdad y de su
justicia infinita" de su nueva vida venidera, para su nuevo
reino celestial.

Porque nuestro Dios "busca un nuevo reino celestial" desde la
antigüedad, no en los ángeles del cielo, sino "en la vida de
cada hombre, mujer, niño y niña de la humanidad entera", de
los cuales él mismo los "ha formado en sus manos santas",
para "este gran propósito venidero" de su nueva vida
celestial, sea entonces "una realidad infinita". Y nuestro
Dios "los levanto del mismo polvo" de la muerte eterna, de
las mismas profundas tinieblas del corazón perdido de
Lucifer, "no para que sean de sus enemigos", como Lucifer,
por ejemplo, sino que sean "para su nueva vida infinita", la
cual ha salido ya de su Árbol de vida para la eternidad, su
Hijo amado, ¡el Señor Jesucristo! Entonces tanto el hombre y
como Jesucristo fueron levantados por Dios y por su Espíritu
para la vida y de las mismas profundas tinieblas de siempre,
la única diferencia de entre los dos, fue que Adán peca y
Jesucristo no; así Dios comenzó su nueva vida infinita, en la
resurrección no del pecador, sino del Mesías fiel, su Hijo
amado.

Porque por "esta justicia infinita" de su Hijo, fue la razón
por la cual "Dios comenzó a amar al hombre en su corazón",
para "redimir su alma" del mal del enemigo en el más allá, en
toda la tierra y para posteriormente "entregarle su nueva
vida celestial", sin jamás escatimar nada de ella hacia su
nueva vida celestial e infinita. Y ésta nueva vida celestial,
"es la que jamás conocerá el pecado", ni ninguno de sus males
en su "nuevo cuerpo glorificado", el cual recibirá del mismo
Árbol Viviente, para poder entrar al cielo y vivir su vida
angelical, por la cual Dios lo llamo en el comienzo de todas
las cosas, por inicio, desde las tinieblas de la tierra.

Ni tampoco esta nueva vida celestial del hombre "ha de
conocer jamás el fin de sus días", en la tierra "ni menos en
el nuevo reino de los cielos", como en La Nueva Jerusalén
Celestial e Infinita del cielo, por ejemplo, sino todo lo
contrario. Esta vida del hombre "sólo conocerá a su Dios y a
su gran rey Mesías", en "los poderes sobrenaturales de la
vida misma gloriosa y sumamente honrada de su Espíritu Santo,
para sólo ser feliz y gozar la vida eterna, en su corazón y
en su alma, por ejemplo, desde ya en la tierra para regresar
luego al paraíso pronto".

Fue por esta razón, que nuestro Dios "envió primero a su
Espíritu Santo", para que subyugue a cada una de las
profundas tinieblas del más allá, "sobre toda la faz de la
tierra", con el propósito de "redimir, al hombre y a la mujer
de sus males eternos", sólo posible "por su justicia sin
igual e infinita", ¡el Señor Jesucristo! Y nuestro Dios "fue
infinitamente bueno" para con cada uno de nosotros, porque
"aun estando muertos" entre las profundas tinieblas del más
allá del corazón de la tierra, entonces "oyó nuestro clamor"
personal: por la verdad y por la llenura de su espíritu de
justicia eterna en nuestras vidas, para que "nos levantemos
de nuestra muerte", y veamos la vida.

En otras palabras, "quien realmente despertó" este deseo "de
ayudarnos y de levantarnos" con sus mismas manos santas, de
nuestra condición espiritual de perdición eterna, de entre la
profundidad de la tierra, "fuimos nosotros mismos", "al
clamarle" a él "por su verdad y por su justicia redentora" y
todopoderosa también, sólo posible en su Árbol de vida
eterna, ¡su Jesucristo! Porque "esta era la única manera",
por la cual nuestro Dios "nos podía redimir" de los males del
más allá, para "posteriormente entrar a vivir con él" y así a
gozar de los frutos de su Árbol de vida, su gran rey Mesías,
la nueva vida celestial e infinita del ángel del cielo y así
también de la humanidad entera.

Es decir, también, "que éramos nosotros mismos quienes
clamaban" día y noche al cielo a través de los siglos, para
que nuestro Dios "nos rescatase" con su Espíritu Santo y con
la vida misma de su Hijo amado, el Señor Jesucristo, de los
males de las profundas tinieblas de Lucifer en toda la
tierra. Y entonces llego el día, cuando nuestro Dios le dijo
a su Espíritu "descendamos a la tierra", para "formar al
hombre en nuestra imagen y conforme a nuestra semejanza", en
el Árbol de la vida eterna, para que el hombre "ya no conozca
las tinieblas" del mal, sino "la luz de su nueva vida", por
la cual clama a mi.

Y desde el día que nuestro Dios "nos libero de los males" del
más allá, como de las profundas tinieblas del corazón de la
tierra y del corazón de Lucifer, "entonces nos olvidamos de
todo" lo que Dios había hecho por nosotros, en los poderes
sobrenaturales de su Espíritu Santo y de su Árbol de la vida
eterna del paraíso. Y es aquí "cuando Lucifer se aprovecha
del descuido" de Adán y de Eva "para intentar engañarlos" y
así "robarles sus vidas infinitas del paraíso", con todos sus
derechos de santidad y de justicia celestial de Dios y de su
Espíritu Santo, "para que jamás conozcan" a su salvador
celestial, ¡el Señor Jesucristo!

Pero aunque Lucifer "logro hacer de las suyas" en el paraíso
y así también en la vida de muchos en todos los lugares de la
tierra, "nuestro Dios tiene la victoria final" sobre él y
sobre cada una de sus maldades, "en los poderes
sobrenaturales de su Hijo amado", ¡el Señor Jesucristo! Por
lo tanto, "benditos han de ser por siempre" por nuestro Padre
Celestial, por su Espíritu Santo y por su Jesucristo, "para
que con los que 'tienen hambre y sed de justicia' y de vida
eterna", en la tierra y en el paraíso, también, desde hoy
mismo y para siempre en la eternidad venidera, del nuevo
reino de los cielos.

EL REINO DE DIOS ES VERDAD, PAZ Y JUSTICIA INFINITA

Es por esta razón, que el reino de los cielos "no es comida
ni bebida" para ángeles del cielo, ni para la humanidad
entera del paraíso, ni de la tierra, tampoco "sino justicia,
paz, gozo y felicidad infinita", únicamente "en el Espíritu
Santo de Dios y en el fruto de vida eterna" de su Hijo amado,
¡el Señor Jesucristo! Por lo tanto, nosotros "estamos
llamados", por nuestro Creador y Padre Celestial de nuestras
almas infinita, "ha creer en la verdad y en la justicia
celestial" de su Hijo amado "para entonces vivir la vida
eterna", desde ahora mismo en todos los lugares de la tierra,
mucho antes de regresar al paraíso.

Ya que, todos los que deseen vivir en sus vidas celestiales
del más allá, "entonces tienen que vivir en la verdad y en la
justicia eterna" del Árbol de la vida, el Señor Jesucristo; y
si no "han de morir infinitamente" en sus pecados eternos,
por los cuales "no hay salvación alguna", ¡salvo en invocar y
creer en el Mesías! Porque todo pecado del hombre "es
injusticia inmoral" y, es, a la vez, "eterna también", para
mal de su alma, en esta vida y en el más allá, para siempre.

Fue por esta razón, de que Dios "llamo a Adán a comer y beber
del fruto de la vida" y de todos los árboles del paraíso,
pero "jamás del árbol de la ciencia" del bien y del mal "para
que su corazón no sufra y su alma no muera nunca", en el
paraíso y en todo el reino celestial. Porque "sólo en el
fruto del Árbol de la vida hay verdad y hay justicia", para
todo ser creado del cielo y de toda la tierra, también, "y
más no en el fruto del árbol prohibido", prohibido
tajantemente al hombre por Dios y por su justicia eterna, de
la vida santa del paraíso y del nuevo reino celestial, por
ejemplo.

Es por eso, que "cuando Dios hablaba con Adán", entonces
"Dios mismo se dio cuenta" de que en el corazón de Adán
"faltaba el conocimiento de la verdad y de la justicia
celestial de su Hijo amado", para seguir viviendo "y así
crecer espiritualmente hacia él y hacia su nueva vida
celestial", del nuevo reino venidero del cielo. Y "sin la
verdad y la justicia del Señor Jesucristo viviendo" en el
corazón del hombre, entonces nuestro Dios "no puede tener
ninguna comunicación alguna", con él ni con ninguno de los
suyos, tampoco, eternamente para siempre.

Además, "Dios decidió llevar" a Adán, por "el camino de la
verdad y de la justicia eterna de su Hijo amado" y de toda
vida del reino de los cielos, para que "su corazón conociese
a su Dios y Creador de su vida", al "tan sólo comer y beber
de su Hijo", desde aquel momento y para la eternidad. Y "esto
fue algo que Adán ni Eva jamás entendieron" en sus corazones
y en sus espíritus humanos, y "sólo hasta que fue demasiado
tarde" para ellos y para sus descendientes, por ejemplo, en
el paraíso y en la tierra, también (como ha sucedido
diariamente con mucha gente a través de los tiempos y hasta
nuestros días, por ejemplo).

En vista de que, la nueva vida del nuevo reino de los cielos,
"sólo se vive en la verdad y en la justicia sobrenatural de
su Hijo amado", ¡el Señor Jesucristo! Y "sin esta verdad y
justicia celestial de Dios y del Señor Jesucristo", entonces
"no es posible la vida de ningún ángel del cielo", ni mucho
menos "de ningún hombre o mujer del paraíso" o de la tierra,
de nuestros días y de siempre, por ejemplo. En verdad, todo
ser que debería estar vivo, entonces estará muerto, porque el
SEÑOR no es parte de su vida (o no vive en su corazón), "para
cumplir toda verdad y toda justicia celestial", salvadora e
infinita para su alma viviente, en la tierra y en el paraíso,
también.

Por ello, hoy en día más que nunca "necesitas la verdad y la
justicia salvadora" para tu alma infinita, mi estimado
hermano y mi estimada hermana "para que te alejes de las
profundas tinieblas", como de las que te han estado haciendo
daño en tu vida y así puedas ver claramente, "en la luz de
Cristo": tu única vida eterna. Y esta vida eterna "no la
puedes perder jamás", como Adán perdió la suya, o como
perderás tu misma vida terrenal algún día no muy lejano, a
causa del pecado o de la muerte de Lucifer o del ángel de la
muerte, en el infierno, por ejemplo.

"No debes perder jamás" la vida del Señor Jesucristo (o
Mesías) en ti, por ninguna mentira (religiosa o no) de
Lucifer, ni por ninguna razón de los labios pecadores y
pecadoras de toda la tierra, del ayer, de hoy y de siempre.
Porque "esta vida eterna" de Dios y de su Espíritu Santo "ha
sido creada para ti", "sólo por medio del fruto del Árbol de
la vida", su Hijo amado, el gran rey Mesías de todos los
tiempos.

Además, esta vida nueva "es tan gloriosa y tan honrosa", la
cual "no se puede comparar a nada por más glorioso que sea en
todo su esplendor infinito del reino de los cielos", salvo a
nuestro Dios mismo y a su Hijo amado, por ejemplo, en el
poder sobrenatural de la santidad infinita de su Espíritu
Santo. Por ende, "tú necesitas" de Dios y de su Jesucristo
para seguir viviendo en la tierra y así también
posteriormente en tu nueva vida del paraíso y del nuevo reino
inmortal, como La Nueva Jerusalén Santa e Infinita del cielo,
por ejemplo, en donde "sólo veras todo por la luz de Cristo",
en todos los días de tu vida eterna. (Porque hoy en día, así
como Adán y Eva, tú mismo y muchos "ven sus vidas por medio
del espíritu de error" y de gran decepción y maldad infinita
de Lucifer y de la serpiente antigua del Edén, por ejemplo; y
nuestro Dios ha cambiado todo este mal terrible en tu vida,
por amor a nuestro salvador Jesucristo.)

Por esta razón, nuestro Dios te llama desde siempre, desde
los primeros pasos del hombre en el paraíso y por toda la
tierra, también, a que veas tu vida sólo por medio de su
fruto de vida eterna, su Hijo amado, ¡el Señor Jesucristo! De
otra manera, "no podrás" realmente jamás "tener luz" en tu
vida "para ver la vida eterna", por la cual Dios te creo en
sus manos santas, en el comienzo de todas las cosas, en el
más allá, sino que "seguirás viviendo en tus profundas
tinieblas de siempre", de la perdición eterna del infierno y
del lago de fuego, también.

Y "de sólo ver nuestro Dios" que "tú caminas hacia este
terrible destino" de tu vida día y noche y sin parar, del
cual "jamás podrás escapar", entonces "él sufre igual" como
"su Hijo amado sufrió por ti" (cuando entregaba su sangre
santa y toda su vida para redimirte de los males eternos de
Lucifer y del más allá, también). Por lo tanto, nuestro Dios
"no ha creado", en su verdad y en su justicia celestial, "el
fuego eterno" del infierno o del lago de fuego, por ejemplo,
"para el alma preciosa" del hombre "sino para Lucifer y para
sus espíritus rebeldes" a Él y a su fruto de vida eterna, su
Hijo amado, ¡el Señor Jesucristo!

Porque "tanto Lucifer", como cada uno de sus ángeles caídos,
en los corazones de los pecadores y pecadoras del mundo
eterno, desde la antigüedad y hasta nuestros días, "es
infinitamente rebelde a Dios y a su fruto de vida eterna", ¡
el Señor Jesucristo! Es por eso, que nuestro Dios "te ha
estado llamando" todos estos tiempos "por los poderes
sobrenaturales de su Espíritu de verdad y de su justicia
eterna" de su Árbol de vida "para que conozcas su amor y sus
muchas buenas promesas de vida y de bendiciones infinitas",
para tu alma viviente, en esta vida y en la venidera,
también.

Entonces sin más esperar "afiérrate a la verdad y justicia
celestial" de tu Creador y de tu salvador eterno, su Hijo
amado, "el gran rey Mesías de tu rectitud infinita", para que
"vivas" y así jamás tengas que morir en esta vida, ni en el
más allá, tampoco, para siempre. Y sólo así "tú mismo", mi
estimado hermano y mi estimada hermana, "veras la vida
eterna", en "la justicia, en la gloria, en la paz, en la
verdad" de nuestro Dios y de su Árbol de vida infinita, en la
tierra y así también en el nuevo reino celestial, como en La
Nueva Jerusalén Santa e Infinita del cielo.

LOS ENTENDIDOS DE DIOS POR JESUCRISTO SON LUZ DEL NUEVO REINO

Por lo tanto, "los que aman a su Dios" por Jesucristo
"entonces son los entendidos" que resplandecerán con el
resplandor del firmamento en la luz de su Espíritu, para
gloria infinita del nombre de su Hijo, el Árbol de la vida; y
los que "enseñan justicia a sus pueblos", como las estrellas
"brillaran en su rectitud celestial", para la eternidad.
Ellos son "la luz del nuevo cielo" de Dios y de sus huestes
celestiales; pues, "han de vivir infinitamente 'una vida
mucho más gloriosa' y honrada" que la de los ángeles del
cielo, por ejemplo, porque únicamente "el fruto de la vida
eterna (y no ídolos) es parte de sus corazones" y de sus
vidas, en la nueva eternidad celestial.

Entonces, "ellos son los escogidos de Dios", "para amar y
servir su nombre santo" por los siglos de los siglos, no sólo
en sus corazones, sino también "con cada uno de sus hermanos
y hermanas de toda la tierra", es decir, de los que han
recibido al Señor Jesucristo como su único y suficiente
salvador de sus vidas infinitas. Y "uno de estos", en sus
millares, en la tierra y así también en el nuevo reino
celestial, de los que brillaran infinitamente en la justicia
y verdad de Dios, y aun mucho más que los ángeles del cielo,
"eres tú mismo", hoy en día, "para vivir y gozar la vida
eterna", mi estimado hermano y mi estimada hermana.

Realmente, "esta vida infinita es", no la que conoces hoy,
sino la del Fundador de tu vida, en la tierra y en el más
allá, también, como en su nuevo reino celestial, "la que no
tendrá fin", porque la justicia de la presencia de Dios
"jamás dejara de ser", en tu corazón y en tu alma viviente,
también. Y "has de resplandecer en tu corazón" día y noche
delante de Dios y de sus huestes celestiales en la tierra y
en el paraíso, igual, "porque el Señor Jesucristo vive en tu
corazón", desde el momento que "creíste e invocaste" su
nombre sagrado "para que borres tus tinieblas" y jamás dejé
de ser en ti, eternamente y para siempre.

Y, hoy en día, aunque no lo creas así, "desde el momento que
aceptaste en tu corazón el nombre salvador de tu vida
eterna", el Señor Jesucristo, "entonces los ángeles ya no ven
tinieblas en tu alma", sino "sólo la luz más resplandeciente
que el sol", para gloria y para honra eterna de nuestro Dios
que está en los cielos. Y así como Dios, los ángeles también
"ven tu luz celestial", porque "el nombre del Señor
Jesucristo te ha liberado" de todos los males del más allá,
para que "ya no vivas y camines por la tierra, en las
tinieblas" de la muerte eterna, sino "en la luz de su Árbol
de vida" eterna, ¡el Señor Jesucristo!

Es decir, también, de que "si vives y caminas en la luz del
Árbol de la vida", por tu andar por la tierra, entonces "los
ojos de Lucifer y de sus ángeles rebeldes ya no te seguirán",
sino "sólo los ojos de Dios", de su Espíritu, de su
Jesucristo y de sus huestes celestiales, "para ayudarte y
bendecir tu vida". Y "ellos han de ayudarte y han de
santificar tu vida" día y noche y por los siglos de los
siglos, en la nueva eternidad venidera de Dios y de su nueva
humanidad infinita, "porque tu luz 'es igual' a la de ellos",
brillante y gloriosa, ni más ni menos, eternamente y para
siempre.

Por lo tanto, ellos mismos "te ayudaran y te santificaran",
con oraciones y con los poderes sobrenaturales del Espíritu
Santo que vive en sus corazones, para que "crezcas por
siempre, y no te falte nada jamás, en el servicio glorioso de
Dios y de su nombre santo e infinitamente glorioso, en tu
corazón y en toda tu nueva vida celestial". Y sólo entonces
"conocerás y entenderás" por siempre, en tu corazón y en tu
alma viviente, también, "porque fue que Dios mismo te saco"
en el comienzo de todas las cosas, desde el fondo de la
tierra "para formarte en sus manos", en su imagen y conforme
a su semejanza celestial e infinita, del nuevo reino venidero
del cielo.

En verdad, en aquellos días, "veras lo que jamás tus ojos
vieron ni paso por tu mente", tampoco; pues, "entenderás lo
que jamás tu corazón, ni tu mente pudieron entender, ni menos
conocer", por culpa de la ceguera espiritual de las tinieblas
del pasado, de las cuales viven en ti, porque "naciste en
pecado", "y Cristo no era tu salvador". Y todo esto "será una
realidad infinita" en tu vida, por la cual "fuiste creado en
el principio", para que "jamás dejes de amar a tu Dios y
Creador de tu alma eterna" en la nueva eternidad venidera, de
la nueva vida celestial e infinitamente de Dios y de su Árbol
de vida, del nuevo reino de los cielos.

Ciertamente, "has de caminar diariamente en los poderes
sobrenaturales de la luz de Dios, para que maravillas,
milagros y prodigios terrenales y celestiales se manifiesten
en tu corazón", aunque no lo sientas así, para que muchas de
las bendiciones que no recibiste en tu vida, por culpa del
mal de Lucifer, "entonces entren en tu vida, como nunca
antes". Y "Dios ha de ayudarte para bendecir tu vida", con
los poderes sobrenaturales de su Espíritu y de sus frutos de
vida y de salud del Árbol Viviente del paraíso, "porque para
esto Dios te ha llamado de las tinieblas" de la tierra "y en
las cuales vives", hoy en día, "por falta de conocimiento del
nombre del Señor Jesucristo".

Además, "nuestro Dios jamás podrá hacer nada por ti", ni por
ninguno de los tuyos tampoco, "si no caminas en su verdad y
en su justicia celestial" de su fruto de vida eterna, ¡el
Señor Jesucristo! Igualmente, "jamás podrás ver, ni menos
entender", nada de nada en tu vida, "por la presencia de las
muchas tinieblas del pecado", las cuales "te siguen" día y
noche "cegando tu corazón y todo tu espíritu humano", por
donde quieras que vayas en toda la tierra y hasta que "te
entreguen a tu muerte eterna" del mismo infierno.

Pero "lo que debes de entender aquí", mi estimado hermano y
mi estimada hermana, "es que nuestro Dios 'no te ha creado
para la muerte', ni para la destrucción" de tu alma entre las
llamas del infierno o del lago de fuego, (la muerte final de
todo pecador), "sino todo lo contrario" a todo este mal
terrible del más allá. En realidad, "nuestro Dios te ha
creado" y, a la vez, "te ha formado en sus manos santas", en
su imagen y conforme a su semejanza celestial, "para que
goces de su misma vida eterna", ni más ni menos, "sólo en los
poderes sobrenaturales de la verdad y de la justicia
infinita" de su fruto de vida eterna.

Porque la vida de nuestro Padre Celestial "está llena de la
verdad y justicia celestial de su Hijo amado", ¡el Señor
Jesucristo! Y así también "cada ángel del cielo vive" su vida
infinita, "en la misma vida gloriosa de su Creador": por lo
tanto, tú también "tienes que ser lleno de la verdad y de su
justicia infinita" de su Árbol de vida eterna, ¡el Señor
Jesucristo! Y sólo entonces entenderás por fin toda verdad y
toda justicia de Dios en tu corazón para bien de tu vida y de
los demás, también, en donde sea que te encuentres viviendo
en todos los lugares de la tierra, por ejemplo, de hoy en día
y de siempre.

Porque "esto es verdad y justicia infinita", de las cuales
"edifican, sanan y salvan infinitamente el alma viviente" de
cada hombre, mujer, niño y niña de la humanidad entera "sin
abandonar la vida de ningún pecador o pecadora de toda la
tierra, hoy en día ni jamás, en toda la vida de la tierra, de
nuestros días y de siempre. Y esto debe de ser así contigo,
desde hoy mismo, "con tan sólo creer en tu corazón y así
confesar con tus labios", de que el Señor Jesucristo "es su
Hijo amado", para cumplir toda justicia y verdad eterna de
nuestro Padre Celestial y Fundador Infinito de tu nueva vida
celestial, en la tierra y en la eternidad venidera.

¡Que reine la verdad y la justicia del Señor Jesucristo en tu
corazón, para gloria y alegría infinita de nuestro Dios y
Creador de nuestras almas infinitas, en la tierra y en el
cielo, eternamente y para siempre!


Libro 165


RECTITUD:

Nuestro Señor Jesucristo es "el maestro de la rectitud" no
sólo de los ángeles del reino de los cielos, sino también de
cada hombre, mujer, niño y niña del paraíso y de toda la
tierra, también, de nuestros días, desde los días de la
antigüedad y hasta por siempre en la nueva eternidad
venidera. Porque en el reino de los cielos, el Señor
Jesucristo ha de seguir siendo "el estandarte de rectitud",
amor, verdad, justicia y santidad infinita en el corazón y en
la vida de cada uno de sus siervos y siervas, del paraíso y
de la humanidad entera, eternamente y para siempre.

Y es aquí, para donde nuestro Dios te "crea" y, a la vez, te
"llama" también, para que estés con él y así entonces veas tu
misma vida eterna, por la cual te formo en sus manos santas,
en el día de tu creación y de todas tus cosas, también, en el
paraíso y en la tierra, por ejemplo. Es por esta razón, que
nuestro Padre Celestial siempre "deseo", que así como los
ángeles poderosos en santidad y rectitud infinita de sus
corazones y de sus espíritus infinitos, sea también para con
sus hijos e hijas del paraíso y de la tierra (incluyendo a
ti, mi estimado hermano y mi estimada hermana, ya que eres
obra de sus manos).

Para que entonces cada uno de ellos, comenzando con Adán y
Eva, por ejemplo, "llegue" a verle y a conocerle, tal como
siempre ha sido (y ha de ser) a través de los siglos y hasta
por siempre, en la nueva vida celestial e infinita del nuevo
mundo venidero del más allá, por ejemplo, como La Jerusalén
Gloriosa del Mesías. Porque sin la rectitud del Señor
Jesucristo, entonces ningún ángel, como Lucifer y sus ángeles
rebeldes podrán "jamás ver, conocer o sentir" en sus vidas a
su Dios, ni a su Espíritu Santo, para siempre.

Y esto es, realmente, profundas "tinieblas" del más allá,
como del bajo mundo, en donde moran los espíritus rebeles y
las almas perdidas y sin Cristo en sus corazones, en el
Abismo, reservados cada uno de ellos para el juicio final de
Dios y de todas sus cosas, en el cielo, por ejemplo. Por otra
parte, lo mismo ha sido verdad, desde siempre, para todo
pecador y para toda pecadora de toda la tierra, desde la
antigüedad y hasta nuestros tiempos, también.

Es por esta razón, que nuestro Padre Celestial "lleva antes
que nada" a Adán al pie del Árbol de la vida, su Hijo amado,
¡el gran rey Mesías!, para que "conozca" su verdadera comida
y su verdadera bebida de su corazón y de su alma infinita,
para vivir la vida eterna del paraíso. Y así hace, nuestro
Padre Celestial día y noche con cada corazón y con cada alma
del hombre, mujer, niño y niña, descendientes de Adán, en
todas las naciones del mundo entero, para "ofrecerles" sobre
sus mesas: el fruto de vida eterna (la salvación perfecta de
sus vidas infinitas) en la tierra y en el paraíso, también,
para siempre.

Porque la rectitud del Mesías era de suma importancia para el
crecimiento espiritual, intelectual y corporal, también, para
Adán y para cada uno de sus descendientes, en sus millares,
de todas las razas, pueblos, linajes, tribus y reinos
eternos, en el cielo y en toda la tierra, también,
eternamente y para siempre. Y sin la rectitud del Señor
Jesucristo, entonces Dios no desea (o no podía) tener
"ninguna relación verdadera" entre Adán y sus criaturas, ya
sean ángeles del reino u hombres del paraíso y de la
humanidad entera, en toda su creación.

Y ésta "rectitud" del Árbol de la vida estaba, ni más ni
menos, en su fruto de vida y de salud eterna, su único Hijo
amado, el gran rey Mesías de todas las edades, en el más allá
y en toda la tierra, también, de nuestros días y de siempre,
por ejemplo. Es por eso, que nuestro Padre Celestial se la
"ofreció" a Adán primero, para que coma y beba de él, en
aquel momento y en todos los días de su vida para la
eternidad, para q

 
 
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